La jícama, cuyo nombre proviene del náhuatl “xicamatl”, que significa raíz acuosa, es un cultivo originario de México y Centroamérica. El suculento “tesoro” se encuentra debajo de la tierra, y es el tubérculo que forma la raíz. Por su apariencia y origen, también se le conoce como nabo mexicano.
Se caracteriza por su bajo contenido calórico, su aporte de vitamina C y minerales, principalmente potasio, hierro, calcio y magnesio. Además, presenta alto contenido de carbohidratos; 100 g contienen 87% de agua, 1.3 g de proteína, 9.9 g de carbohidratos y 39.9 calorías.
Únicamente el tubérculo es comestible, debido a que sus hojas, tallos y vainas contienen un compuesto tóxico llamado rotenona. Sin embargo, las demás partes de la planta pueden utilizarse. Por ejemplo, las semillas contienen una sustancia insecticida, de modo que si se pulverizan, son eficaces para combatir las plagas.
Por ello, para su utilización es importante lavar la cáscara antes de pelarla y no contaminar la pulpa. Se recomienda almacenarla en un lugar frío y oscuro (que no sea en el refrigerador, para evitar humedad) hasta por cuatro semanas cuando aún no ha sido cortada.
Actualmente, en varias regiones del país se prepara de distintas formas: asada, en ensaladas o sopas. En México, durante las posadas navideñas podemos encontrar a la jícama dentro de las típicas piñatas.
Los principales estados productores fueron Nayarit, Guanajuato y Morelos, con 86.0, 30.4 y 27.7 mil toneladas, en ese orden. En conjunto, estas tres entidades aportaron 66.6% del volumen total nacional.