También llamada parábola de la higuera estéril, se encuentra en el Evangelio de Lucas (13, 6-9).

(Jesús) Les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: —Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?

Pero el dueño de la higuera le respondió: Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y le echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortaré”.

A pesar de la obstinación del árbol en no dar frutos (es decir, la obstinación del pecador en no convertirse), el agricultor de la parábola sale en defensa del árbol sentenciado e insiste en abrir un período de gracia antes de ejecutar la sentencia. ​

Interpretación:

Durante siglos se pensó que la higuera no daba flores ni frutos porque eran estériles, la realidad es que si tienen pero no están visibles como en otras plantas.

Las flores se encuentran en el interior del higo y son flores masculinas y femeninas y la polinización la realizan la avispa de los higos (Blastophaga psenes). Esta polinización la realiza las avispas hembras que entran al sicono (fruto compuesto)  por un orificio natural en el higo llamado ostiolo y ponen los huevos dentro de este; al moverse polinizan las flores y ahí mueren.  

Luego estas flores originarán unas pepitas, rodeadas de una cubierta carnosa, que son los verdaderos frutos de la higuera. A este conjunto se le da el nombre de infrutescencia y constituye lo que llamamos higo.

La Botánica establece que los frutos de la higuera son los que se encuentran dentro de lo que habitualmente llamamos "frutos". Así, el higo en realidad es un conjunto de frutos (infrutescencia), sin embargo para fines generales podemos seguir manteniendo esta inofensiva confusión y disfrutando los deliciosos higos.

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