Desde los “burritos” en Tijuana hasta los “panuchos” y “salbutes” de Yucatán, el frijol es ideal para saborear los antojitos que se consumen en México. Nadie se puede resistir a un plato de frijoles. Este cultivo es la base alimentaria de millones de mexicanas y mexicanos a lo largo de la historia de nuestro país, y un alimento que no puede faltar en ninguna mesa ni en ningún hogar.

Al igual que el maíz, el frijol representa toda una tradición, ya que es parte de la dieta básica de la población mexicana. Además, ocupa un lugar importante dentro de la economía agrícola del país, tanto por la superficie que se le destina a su cultivo como por el comercio que genera.

En México existen alrededor de 50 variedades de frijol, con distintos tamaños y colores.

En náhuatl es conocido como etl o etle, sin embargo, el nombre de frijol proviene de una deformación del español antiguo “frisol” y del catalán “fresol”, que a su vez derivó del latín Phaseolus.

El frijol no puede faltar en la cocina mexicana, ya que, además de su rico sabor, es benéfico para la salud, ya que proporciona proteínas y carbohidratos, es una fuente de vitamina y tiene alto contenido en fibra. El frijol también es un alimento nutracéutico, es decir, contiene componentes que previenen o disminuyen el riesgo de enfermedades crónico degenerativas.

El frijol tiene una tradición milenaria. Fue uno de los principales cultivos que nuestros sabios ancestros incorporaron a su dieta básica. Se estima que fue domesticado en Mesoamérica hace alrededor de 8 mil años.

Gracias al esfuerzo de las y los sembradores, estamos conservando nuestros cultivos y la cultura alimentaria de México para fortalecer el bienestar, el tejido comunitario y recuperar nuestras tradiciones agrícolas.

Autor: Sembrando vida. Fecha de publicación, 19 de marzo de 2020